10 ejemplos de cultura de paz
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Relación entre cultura y paz
La violencia es un concepto complejo. La violencia suele entenderse como el uso o la amenaza de la fuerza que puede provocar lesiones, daños, privaciones o incluso la muerte. Puede ser física, verbal o psicológica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia como «el uso intencionado de la fuerza física o del poder, en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones».1 Esta definición hace hincapié en la intencionalidad y amplía el concepto para incluir los actos derivados de las relaciones de poder.
Una comprensión ampliada de la violencia incluye no sólo la violencia «conductual» directa, sino también la violencia estructural, que a menudo es inconsciente. La violencia estructural es el resultado de estructuras sociales y económicas injustas e inequitativas y se manifiesta, por ejemplo, en la pobreza y las privaciones de todo tipo.
Cada año, más de 1,6 millones de personas en el mundo pierden la vida a causa de la violencia. Por cada persona que muere como consecuencia de la violencia, muchas más resultan heridas y sufren toda una serie de problemas de salud física, sexual, reproductiva y mental. La violencia supone una enorme carga para las economías nacionales en materia de asistencia sanitaria, aplicación de la ley y pérdida de productividad.
Cómo promover la cultura de paz
El 13 de septiembre de 1999, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó la Declaración y el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz. Esto ocurrió tras diez meses de negociaciones en el contexto de los preparativos del Año Internacional de la Cultura de la Paz.
Como explica la UNESCO, «cada una de estas áreas de acción han sido prioridades de las Naciones Unidas desde su fundación; lo que es nuevo es su vinculación a través de la cultura de paz y la no violencia en un único concepto coherente. A menudo se han establecido vínculos (por ejemplo, democracia, desarrollo y paz; igualdad entre mujeres y hombres con desarrollo y paz, etc.). Sin embargo, es la primera vez que se interrelacionan todos estos ámbitos para poder desarrollar la suma de sus complementariedades y sinergias»[3].
La consideración de la cultura de paz por parte de las Naciones Unidas comenzó en 1992 con la adopción por parte de la UNESCO de un Programa de Cultura de Paz. A medida que el programa se desarrollaba durante la década siguiente, la Asamblea General de las Naciones Unidas comenzó a solicitar información a la UNESCO sobre sus avances. La Asamblea General declaró entonces el año 2000 como Año Internacional de la Cultura de la Paz y pidió a la UNESCO que presentara un proyecto de Declaración y Programa de Acción sobre Cultura de Paz, que la Asamblea General aprobó el 13 de septiembre de 1999. La Asamblea General también declaró el Decenio 2001-2010 como el Decenio Internacional de una Cultura de Paz y No Violencia para los Niños del Mundo.
Marco de la cultura de paz de la unesco
La Declaración de la ONU sobre una Cultura de Paz y No Violencia contiene más detalles de los necesarios y se politizó en el proceso de su adopción. La cultura de paz ha sido definida en varias resoluciones de la ONU, y yo prefiero la siguiente definición que combina los enfoques adoptados por dos importantes resoluciones de la ONU: el Programa de Acción sobre una Cultura de Paz adoptado en 1999; y la resolución de la ONU sobre la cultura de paz de 1998:
Una cultura de paz es un enfoque integral para prevenir la violencia y los conflictos violentos, y una alternativa a la cultura de la guerra y la violencia basada en la educación para la paz, la promoción del desarrollo económico y social sostenible, el respeto de los derechos humanos, la igualdad entre mujeres y hombres, la participación democrática, la tolerancia, la libre circulación de la información y el desarme.
Los últimos ocho puntos («la educación para la paz, la promoción del desarrollo económico y social sostenible, el respeto de los derechos humanos, la igualdad entre mujeres y hombres, la participación democrática, la tolerancia, la libre circulación de la información y el desarme») son los ocho puntos del Programa de Acción adoptado por la Asamblea General.
Relacionar la cultura de paz con la cultura de guerra
En Estados Unidos, y en otros países, existe un desafío constante para crear entornos y organizaciones prósperos y culturalmente inclusivos. Esto se ha puesto a prueba de forma aún más agresiva en los recientes cambios de nuestro panorama sociopolítico. Las escuelas, como microcosmos anidados del contexto social más amplio, tienden a experimentar desafíos paralelos en la creación de culturas organizativas que reconocen y celebran la diversidad presente en sus poblaciones estudiantiles y comunitarias. A pesar de la creciente diversidad cultural, económica y lingüística en los sistemas escolares de Estados Unidos, hay una necesidad abrumadora de más orientación de liderazgo sobre cómo integrar las prácticas culturalmente sensibles dentro de las escuelas (Minkos et al., 2017) mientras se implementan efectivamente los programas de cambio de sistemas.
Si bien históricamente se han enfatizado los apoyos de prevención e intervención de varios niveles para los sistemas académicos, los vínculos innegables entre la salud socio-emocional y el éxito académico y social (Thapa et al., 2013) han catalizado a muchos líderes de distritos escolares para buscar programas de toda la escuela para apoyar mejor la salud mental y conductual de los estudiantes. Los sistemas de apoyo a la salud mental han sido generalmente identificados como un área de debilidad dentro de nuestros sistemas escolares, particularmente para los estudiantes de color y de bajo nivel socioeconómico (Kataoka et al., 2002). Al incorporar el MTSS y los programas que abordan el comportamiento positivo y las habilidades socio-emocionales, los líderes escolares tienen una oportunidad única para nutrir múltiples aspectos del desarrollo infantil. A pesar de los desafíos que acompañan a tales esfuerzos, los movimientos en toda la escuela para abordar sistemáticamente el bienestar socio-emocional de los estudiantes en las escuelas son emocionantes y un paso prometedor para aumentar el acceso equitativo a la educación.